Bitácora y traducción

Movilidad en Madrid

Hace un poco más que una semana que estoy en Madrid. Me despedí del campo un domingo al mediodía, dejando las tareas en las manos de una nueva voluntaria, y cogí el autobús para llegar a la sexta ciudad más grande de Europa; ni que decir tiene que fue un cambio de escenario bastante grave. Sinceramente extrañé el campo después de solo un día, porque me sentía un poco aplastado bajo la inmensidad de Madrid y la multitud de opciones que ofrece. Para sacarme de esta situación, la primera cosa que tenía que aprender, fue como desplazarme por esta jungla de asfalto.

La estación de metro de Parque Lisboa, Alcorcón

Por suerte, Madrid tiene una de las mejores redes de metro del mundo y complementa esto con trenes de cercanía, “metro ligero” (lo que el resto del mundo llama tranvía) y una red extensa de autobuses. Así que el transporte público aquí mola. Corre hasta las dos de la mañana cada día, cuenta con horarios muy frecuentes y hasta ahora apenas he tenido que apretujarme en un vagón demasiado lleno haciendo de sardina humana. La guinda del pastel es que, provocado por el aumento de la inflación y el coste de vida, las cartas de diez viajes y los abonos mensuales están tirados de precio para reducir la presión económica que sienten los madrileños; pues la verdad es que la razón para los precios baratos no tiene nada que ver con una guinda, pero sí que es conveniente.

Lo que no es nada conveniente es querer usar la única forma de movilidad individual que yo apoyo 100%: la bicicleta. Una de mis actividades preferidas en cada ciudad que visito, es conseguir una bicicleta e intentar desplazarme por la ciudad. Algo que en Madrid no me da ganas. Se ve muy poca gente en bicicleta, y no me sorprende. No es que no haya carriles de bicicleta, hay algunos, pero no están nada conectados, sobre todo si quieres salir del centro de la ciudad. Esta falta de conectividad se ve muy bien buscando la ruta desde Alcorcón, que es donde tengo una habitación en el piso de una amiga de la familia, a la escuela de bicicleta, donde voy a cursar a finales de marzo. Para llegar en bici se tienen que cruzar dos autopistas en puentes peatonales, una carretera con ocho carriles y además hay varias rotondas gigantescas donde yo me sentiría minúsculo en bicicleta.

Mi parte «preferida» de la ruta que da Google Maps para llegar de Alcorcón a la escuela de bici. Sin embargo Komoot y otras aplicaciones de ruta sacan opciones mejores, dentro de lo que cabe

No obstante, quiero hacer este trayecto una vez, para ver como es. El problema es que, si yo, una persona en forma que lleva años andando por ciudades en bicicleta, siento algo de miedo en bicicleta aquí, queda muy claro porque la bici es una afición deportiva aquí, no un medio de transporte. Puede ser que en otros rincones de la ciudad sea muy diferente, pero en el suroeste, andar en bicicleta no es una opción válida. Y no es que en España no hubiera otros ejemplos. Barcelona, la segunda ciudad más grande del país, ha cambiado muchísimo más de su urbe para fomentar la movilidad sostenible. También he oído cosas muy buenas de Girona como ciudad muy “bicipositiva” y seguro que hay algunos ejemplos más.

Ya me he perdido bastante en esto de la bicicleta, así que quiero aprofundizarme aún más y añadir una anécdota de un viaje en bicicleta a Cataluña que hice con Anita hace dos años. Esta me produjo una rabia muy parecida a la que sentí cuando me di cuenta que Madrid no está nada conectado con carreteras que se pueden recorrer en bici, por no hablar de carriles de bici. En nuestro viaje habíamos llegado a la ciudad de Ripoll en la estribación de los Pirineos, y el gol fue llegar a Vic, una ciudad más grande al sur de Ripoll. Hay un valle entre las dos ciudades, donde se ha construido una autopista. Así que en coche se tarda 30-35 minutos para llegar de una ciudad a otra yo solo se tienen que recorrer unos 35 kilómetros sin mucho desnivel. En bici (con excepción de BTT), se tiene que salir del valle y recorrer por lo menos 55 kilómetros con un desnivel positivo de 600+ metros. Lo que intentamos nosotros fue ir por la ruta de BTT con nuestras bicis de cicloturismo. Después de muchas horas sin mucho progreso encontramos a un ciclista con bici de carretera, quién nos llevó por la autopista (PORQUE NO HAY NINGUNA OTRA CARRETERA QUE VA POR TODO EL VALLE) a la próxima estación de tren. Lo que me flipa es la supremacía que tiene el automóvil en este ejemplo. La vieja carretera se cortó para crear la autopista y ya no es posible disfrutar del valle en bici.

Las «rutas» de bici entre Ripoll y Vic

Para volver al presente y a Madrid, me parece que hay una relación entre el sistema de metro muy desarrollado y la jungla de asfalto. Como es tan fácil y bastante conveniente desplazarse por la ciudad en metro, el coche se ha ido imponiendo – o ha mantenido su supremacia – en la superficie, trayendo consigo el ruido (las ciudades no hacen mucho ruido, coches hacen ruido), la contaminación del aire y unos requerimientos de espacio ridículos para carreteras anchas y aparcamientos. En conclusión, Madrid se va a tener que enfrentar a una obra de romanos en la próxima década para fomentar una movilidad más sostenible, lo que me parece ineludible, ya que la temperatura máxima en verano ya alcanza 40 grados.